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El diagnóstico de cáncer supone un gran impacto emocional para la persona que lo recibe. Se presenta como una amenaza para la propia salud que genera ansiedad anticipatoria, invoca pensamientos de muerte y afecta a todos los ámbitos de vida. Es un momento de crisis vital para cuya adaptación es necesario todo un reajuste de comportamientos, actitudes, emociones y decisiones. Además,  el malestar no se limita únicamente a los primeros momentos de enfermedad, si no que se mantiene durante todo el proceso, llegando incluso a prolongarse años después de finalizar el tratamiento. En esta situación, es normal sentir miedo, incertidumbre, tristeza,  y son estas emociones las que activan los mecanismos de adaptación. Sin embargo, es probable que algunas personas no tengan herramientas para manejar esas emociones, lo que favorece la aparición trastornos psicológicos, como los de ansiedad, los del estado de ánimo y los somatomorfos.

Las personas que tienen contacto con pacientes de oncología suelen intentar mejorar su estado de ánimo a través de frases motivacionales, evitando hablar sobre la angustia que genera la enfermedad: “Eres una campeona, esto lo vas a superar”, “No puedes estar triste, debes ser optimista”, “Si sigues las recomendaciones que te digo y le pones actitud, saldrás de ésta”. Esto conduce a la denominada “tiranía del pensamiento positivo”: la creencia de que una buena actitud cura o previene las enfermedades y que el malestar hace que empeoremos. Esto lleva a los/as pacientes a sentirse culpables por no cumplir dichas expectativas, incomprendidos/as por su entorno y con miedo de estar empeorando la enfermedad con su actitud. Paradójicamente, obligarse a sentirse bien puede incrementar el malestar. Es decir, si forzamos la actitud positiva para una buena curación cuando hablamos del cáncer, estaremos creando nuevas exigencias a los/as pacientes e, indirectamente, culpabilizándoles por su enfermedad.

También, se tiende a interpretar y suponer lo que necesita la persona para intentar adelantarnos a sus necesidades (reales o no). Esto puede generar choques en la relación, incomprensión e impotencia por parte de la persona al sentir que pierde autonomía, y estrés en los familiares por la necesidad de sobreproteger al enfermo. Por ello, se recomienda tener en cuenta este acrónimo: ALOHA.

A – Ask (preguntar)

L – Listen (escuchar)

O – Observe (observar)

H – Help (ayudar)

A – Ask again (preguntar de nuevo)

No supongas nada, pregunta, escucha, observa, alivia y vuelve a preguntar. De esta forma se mejora la comunicación con el paciente y la ayuda que se proporciona será más satisfactoria. Dejemos que el paciente mantenga la autonomía y la toma de decisiones dentro de lo posible, confiando en que pedirá ayuda si así lo requiere.

En el siguiente enlace se muestra a Mariela Michelena, psicoanalista y escritora, explicando su experiencia con el cáncer en el evento TEDxSAndySpringsWomen 2020, en una charla titulada “Cómo acompañar a una mujer con cáncer”: https://www.youtube.com/watch?v=MU7R9tNBik0&t=2949s (cuarta sesión, 38.15 seg).

Por  otro  lado, el cáncer también afecta al sistema familiar dado el papel fundamental que tiene en todo el proceso de la enfermedad. Cuando se comunica el diagnostico, los familiares cercanos sufren una significativa alteración emocional y pasan por un período de estrés paralelo al que pasa el/la paciente. Pueden pasar por períodos de rabia, enojo, frustración, sensación de pérdida del control, adaptación y readaptación. En muchos casos estas alteraciones a nivel afectivo se reprimen, o subyacen como mecanismo de defensa para no alterar aún más el proceso interno que está viviendo el enfermo/a. Además, también pueden existir alteraciones cognitivas económicas, sociales y comunitarias.

El entorno familiar se ve obligado a renegociar roles y funciones que hasta ese momento venía desempeñando el miembro enfermo. La negociación dependerá de la importancia de los roles y funciones desempeñados por el paciente, y la flexibilidad para el cambio, tanto de aquel como de la familia. También es importante destacar el rol de cuidador principal que deberá asumir un miembro de la familia. Este se verá frecuentemente sometido a un estrés considerable, causado por el agotamiento físico y/o psicológico, y experimentará momentos difíciles en los que la incomprensión, la soledad, la falta de apoyo familiar o social y la toma de decisiones harán su tarea aún más ardua, pudiendo generarle una sobrecarga (burnout). Si bien, también puede ser una experiencia muy positiva y gratificante el tener la oportunidad de cuidar a un ser querido.

La Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) nos presenta una guía con información sobre la relevancia de “cuidar al cuidador”. Resalta la importancia de descansar, buscar tiempo para realizar actividades placenteras fuera del rol de cuidador, realizar actividad física, pedir ayuda cuando sea necesario o saber delegar obligaciones como pautas principales del autocuidado: https://www.contraelcancer.es/sites/default/files/ebooks/Guia_Cuidarte_para_cuidar_2018.pdf

Para conocer otras asociaciones a nivel nacional especializadas en el trabajo con población oncológica, podemos visitar la web de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM): https://seom.org/informacion-sobre-el-cancer/enlaces

Gracias a la colaboración de Margarita García Carmona, psicóloga especializada en pacientes oncológicos, en este artículo podemos conocer mejor cómo el cuidado de la salud mental es imprescindible para afrontar la enfermedad. En Sanafarmacia tratamos de ofrecer un servicio a pacientes oncológicos que inspire confianza y comprensión, puedes contar con nuestro equipo para cualquier consulta.

¡Apliquemos el ALOHA al cáncer para una mejor comunicación!

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