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Quiero hoy poner la atención en una realidad del día a día en el consumo de fármacos.

Se trata de la ingesta indiscriminada y sin control que hacemos de muchos medicamentos, bien adquiridos en la farmacia, bien prescritos por el doctor, bien aconsejados/recomendados por un conocido. A veces ingerimos el medicamento cuándo y cómo nos viene bien, sin respetar las indicaciones del doctor, ni del farmacéutico y mucho menos las impresas en ese prospecto enorme (como lo leamos, no nos tomamos el producto; no vaya a ser que a mí me pase toda esa retahíla de efectos adversos que vienen reflejados).

Manipulación

Es un error muy común romper las “pastillas” o abrir la cápsula que me han prescrito para así facilitar el tragado de la misma, o cortar el parche transdérmico para que la dosis prescrita sea menor.

Dentro de las formas farmacéuticas existen distintas variedades que no tienen más función que la de garantizar el efecto adecuado del medicamento:

Los comprimidos recubiertos llevan una capa dura destinada a resistir el paso del mismo en el estómago. Si rompemos dicha capa, los ácidos del estómago pueden alterar la capacidad curativa del medicamento.

Tampoco es recomendable partir o triturar los comprimidos de liberación modificada ya que están especialmente diseñados para ir liberando el principio activo de forma paulatina. Si lo destruimos, varía la forma de actuar del fármaco. La consecuencia puede ser una sobredosis por destrucción de un sistema retard.

Las cápsulas de los medicamentos tampoco deben abrirse. Protegen la mucosa de la boca y del esófago al tiempo que enmascaran el sabor indeseable de muchos medicamentos.

Las cápsulas, por ejemplo, se recubren con películas diferentes según su tolerancia a los ácidos estomacales, lo que hace que los absorbamos más o menos rápido y por tanto, que su efecto sea más duradero. También hay algunas cápsulas que utilizan una cubierta que se degrada progresivamente y permite que la dosis del fármaco nunca sea demasiado alta, sino que se reparta en pequeñas cantidades durante unas horas.

Automedicación

Verídico:“Me estoy tomando un producto que me ha recomendado mi vecina que resulta que a la prima de su sobrina le vino muy bien y… por lo que tú me cuentas es lo mismo que ella tenía, a mí me sienta divino así que corre ve y compra en la farmacia y ya verás lo bien que te va. Yo estaba jartita de gastarme dinero en los médicos, aburriiiiiiiiiiiiiiiita estaba ya.”

Este relato que puede parecer una exageración, no lo es tanto, ya que todos sabemos la fe que le tenemos a esos productos que tan bien le caen a otros, sin reparar en las circunstancias particulares de cada uno.

La ingesta de cualquier medicamento debe estar siempre amparada por un profesional del mundo de la salud, bien por un médico, bien por un farmacéutico. No debemos caer en el error de automedicarnos ya que las consecuencias pueden ser desde insignificantes hasta graves en función del medicamento, la duración del tratamiento y la dosis ingerida.

Interacción con alimentos

Caben dos posibilidades:

– Interacciones de los alimentos sobre los medicamentos (IAM). En el primer caso, los alimentos, debido a su ingestión conjunta con medicamentos, pueden alterar el comportamiento del medicamento, es decir, pueden alterar su actividad terapéutica, que puede verse aumentada, disminuida, retardada o incluso cualitativamente alterada.

– Interacciones de los medicamentos sobre los alimentos (IMA). Cuando los medicamentos pueden modificar la utilización normal de los nutrientes y, por tanto, las consecuencias serían de tipo nutricional debido a la administración de fármacos. La importancia de las IMA está claramente relacionada con la duración del tratamiento y, en general, sólo cabe esperar efectos negativos en casos de tratamientos crónicos o muy prolongados y en poblaciones malnutridas.

Por ello es muy importante leer atentamente el prospecto para saber cómo y cuándo tomar el medicamento para que no se llegue a producir ninguno de los dos casos anteriores.

Almacenamiento inadecuado

La eficacia de un medicamento depende como es lógico de su principio activo. Para que el producto sea realmente eficaz hay un factor primordial que es la conservación del mismo, es vital para que se produzca en nuestro organismo el efecto deseado, y sobre todo, que su uso no provoque efectos adversos.

Hay que guardar los medicamentos en lugares, secos, frescos y fuera del alcance de los niños. No hay que exponerlos ni a la luz solar ni al calor directo; tampoco es recomendable almacenarlos ni en el cuarto de baño ni en la cocina por los cambios de humedad y temperatura.

Los medicamentos y el sol

Ahora que el invierno agota sus horas y el sol comienza a ganar protagonismo es conveniente, en caso de que estemos tomando alguna medicación, conocer si el fármaco puede provocar una reacción negativa al exponernos al sol. La fotosensibilidad es una reacción cutánea anormal que se produce por la combinación de una sustancia química y la exposición a radiaciones de luz ultravioleta. La fotosensibilidad puede provocar dos tipos de reacciones: fototóxicas o fotoalérgicas.

Antes de llamar a la puerta del vecino para preguntar sobre algo relacionado con el medicamento: ¿cómo me lo tomo?, ¿cuándo me lo tomo?, ¿en ayunas?, ¿por la noche?, ¿un ratito antes de irme a la cama?, ¿antes, durante o después de las comidas?, consulte con el profesional del medicamento: el farmacéutico.

Francisco Solís Rodríguez

Farmacéutico adjunto de Sanafarmacia

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